EL MOMENTO DE LA PARTIDA
Era pequeño con temores
y ella estaba ahí
mirando a todos
con los temblores
en nuestros cuerpos
y la carcocha azul
que saltaba y saltaba
ya no iba a andar
pero el chofer
de surcos prolongados
perdía cabellos
al despertar el motor
del fósil motoro.
Al detener el auto
en el colegio parroquial
nosotros locos suicidas
bajamos alborotados
y sí, corriendo de extremo a extremo
esquivando con seguridad
y otras veces con el corazón en la mano
más los nervios destrozados
de los conductores
otra vez salvados.
Nuestra amiga
Elina tanto contemplaba
y paciente esperaba dentro
luego al regreso
nuestros sudores
espantaban moscas
apagaban el sol
y remecían la ventana.
Al llegar a casa
la madre de mi amiga
con su tanta paciencia
esperaba y con la pausa de su voz
miraba confusa tal vez a los
correctos Benavides sudorosos
a Raúl el inamovible
sucio y agitado
pero el que siempre
se salvaba era Peter
que había bajado antes
y el siempre socio de Ramírez
Gustavito que por vivir lejos
casi nuestras madres no conocían
y las chicas siempre muy correctitos
ni el pelo despeinado
ensayando la misma sonrisa.
La señora de los pasos lentos
y la voz pausa
está durmiendo
con su hábito morado
del Señor de los Milagros
yo resisto la pena
por dentro
y tengo que ser fuerte
trato de cerrar los ojos
y recuerdo la frase
que me dijo la última vez:
“hay que apoyarnos entre todos”
y ya la luz de sus ojos
su aliento está apagado
en la oscuridad de la noche
se disimulan las lágrimas. 17/02/10
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