miércoles, 2 de septiembre de 2009

EL DICTADOR

Sus palabras tenían que ser más certeras que sus actos. Era el último dictador. Había ejecutado por obra de su mano poderosa a mil presidiarios, había disparado a 15 estudiantes, responsable de despedir a 150,000 personas y para sumarle libró una guerra con un país que nadie conocía y en el peor de los males la perdió.

Pero recordaba su gloria cuando democráticamente se colocó la banda presidencial era motivo de orgullo para su fiel esposa, para sus tres hijos y todo el pueblo le decía que era el gran salvador, él llevaría a cumplir sus sueños.

Estaba en un gran sillón tumbado, con un pared gruesa y pútrida para él. Su avaricia, anquilosado cuerpo, su frente mezquina, sus abundantes canas.

Memoria ingrata, noche insospechada y horas traicioneras que lo tenían en el umbral para acabar tumbado por sus enemigos y por el vano orgullo. Era un simple mortal, un simple mortal

18/01/09

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